Octubre año 1971, prácticamente acababa de desembarcar en España, ya tenía mi primer contrato de trabajo en el bolsillo, volví a Vigo, donde había dejado la maleta de cartón que me había regalado un gallego que la había llevado en su viaje de inmigrante a Montevideo y yo la había traído de nuevo a su origen, en esos momento era un estorbo para mí, pero a la vez era todo mi patrimonio. La había dejado en la casa del gallego con el que compartí camarote, algo menor, al que su padre había enviado a conocer a su familia.
Viajaba en tren, ya que era el medio de
transporte más barato, debía cambiar de tren en Monforte, a las tres de la
mañana y espera de hora media con rumbo a Asturias, mi ropa no estaba pensada
para el frio intenso que asolaba la estación, en un claro intento de minimizar esa
sensación, colocaba la cámara y corría para hacer autorretratos, mis carreras y el flash despertaron
el interés del agente de la ley, quede petrificado, ya que un guardia civil me
dijo que lo "acompañara", yo estaba acojonado con las historias que
me habían contado sobre ellos, una vez dentro de su recinto, me dijo que estaba
prohibido sacar fotos de la estación, en esos momentos despabile completamente
y le mostré mi documentación. Al final le ofrecí con el dolor de mi alma, velar
el rollo de película, cosa que acepto y me dejo marchar.
Sabía que las fotos que tenía ese carrete
de película eran irrecuperables desde ese momento, era mi tesoro de lo intenso
que habían sido los días anteriores en mi vida.
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