Despacio
Esta crisis es producto de la codicia y la codicia rinde culto a la velocidad. Todo se ha acelerado. Internet, los avances tecnológicos, la economía, nuestras necesidades, aspiraciones y también nuestras obligaciones.
Por fin, después de tanto correr, hemos descubierto a dónde íbamos. A ninguna parte.
Llevamos una vida cronometrada. Nacemos, crecemos, nos emparejamos, tenemos hijos, los llevamos al colegio, trabajamos, hacemos deporte, consumimos y disfrutamos de nuestros ratos de ocio a contrarreloj. Sin parar y sin pensar. Pasamos de puntillas por encima de la vida, sin disfrutar lo presente, repasando y tachando la lista de tareas pendientes.
Después, por la noche nos acostamos con la sensación de que le faltan horas al día.
Este ritmo frenético nos mantiene ocupados y así no tenemos tiempo de pensar, de cuestionarnos las cosas o de intentar cambiarlas. Como esos días que , a la hora de cenar, somos incapaces de recordar qué hemos comido. Vivir rápido es a la vida lo que la comida rápida es a la comida.
En estos tiempos, vivir despacio es una forma de rebeldía. Meditar un minuto antes de saltar de la cama. Desayunar sentado. Cocinar a fuego lento. Comer disfrutando de los alimentos y de la compañía. Gastar más suelas y menos ruedas. Escuchar más. Leer, jugar, amar sin reloj. Aprender a perder el tiempo.
Olvidamos las cosas a la misma velocidad que las vivimos. La vida es corta y pasa rápido. Mejor vivirla despacio y saborearla.
Publicado en El diario vasco el domingo 3 de Noviembre de 2013.
Foto.- Estirar el tiempo. Escaparate de Miami, 2013.
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