Conocí a Lucas
en su puesto de responsable de plataforma dentro del servicio de informática del
Cabildo de Gran Canaria y esta de más decir, que lo considero un amigo, ya que siempre tuvimos feeling, que eso no
siempre se transforma en negocios conjuntos, ya que más bien tuvimos pocos y
por poco importes. Es indudable que es uno de esas personas que tuve la suerte de tener a mi
alrededor y que me sobrevaloraron mucho.
Jorge Boedo,
toda una vida ligada a las TIC’s
Cualquiera que haya trabajado en puestos de responsabilidad
en el área TIC en la Administración Pública (y también en grandes empresas
privadas) de Gran Canaria conoce a Jorge Boedo, un histórico del mundo
comercial de tecnología en Gran Canaria.
Los que hemos tenido la suerte de conocerlo y trabajar con él podemos
afirmar que detrás de esa fachada siempre impecable, detrás de ese acento
uruguayo/argentino y detrás de esas palabras siempre amables y con una vocación
comercial innata, se encuentra un tipo sencillo, conversador, dialogante, que
ha tenido que luchar mucho en esta vida, y que, sin pretenderlo, se ha
convertido en toda una referencia comercial en un mundo tan cambiante como el
de la tecnología.
Jorge Ricardo Boedo Sosnierz, más conocido como Jorge Boedo,
fue durante casi veinte años comercial de grandes cuentas de Informática El
Corte Inglés (IECISA) en Gran Canaria, y en los últimos siete años ha sido el
Director Comercial de CITEC S.L., una empresa del grupo Global (Salcai-Utinsa)
nacida como una spin-off de su departamento de informática. Jorge ha visto y ha vivido mucho en este
mundo de la tecnología, y en estos días, a punto de jubilarse y “pasar a mejor
vida“, reconoce que ha tenido mucha suerte y que para nada puede quejarse de lo
que le ha tocado vivir. Siempre muy
humilde y poco dado a la autocomplacencia, me sigue diciendo que la gente
siempre le ha visto mucho mejor de lo que es, y que no se explica que haya
llegado donde ha llegado, dice que ha sido cuestión de suerte. Yo no creo que haya sido suerte, supongo que
ha sabido montarse en el tren que mejor le venía en cada momento, aunque es
verdad que el tren siempre pasaba a su lado, pero él ha tenido que dar el
salto, montarse y buscarse la vida como mejor sabía, y eso ya no es suerte, es
el buen hacer.
Jorge vino a España huyendo de los conflictos que, allá por
el comienzo de los años 70 se estaban produciendo en Uruguay. Con unos estudios técnicos similares a una
Formación Profesional, se dedicaba a arreglar todo tipo de aparatos
electrónicos, porque era lo que le gustaba. Desde los 18 años ya ocupaba
puestos de comercial en distintas empresas de Uruguay. Con tan solo 22 años y
3.000 pesetas en el bolsillo, un buen vecino y amigo gallego (propietario de
una carnicería cerca de su casa en Uruguay) le pagó un billete de ida en barco
hasta Vigo. Fue un viaje largo y duro,
sabía que era un viaje sin retorno, y tampoco tenía muy claro que iba a
encontrar aquí. Tenía referencias de un compatriota que regentaba una cafetería
en la Estación de Autobuses (Guaguas) de Santiago de Compostela, aunque no estaba
seguro de que todavía tuviera el negocio.
Por fortuna, cuando llegó a Galicia, se buscó la vida para ir a la
cafetería de la estación de guaguas de Santiago y se produjo un encuentro
afectuoso. La idea de Jorge era empezar
a trabajar de camarero o de “lo que fuera“.
Pero en ese momento el propietario de la cafetería no tenía trabajo para
él, pero podía ayudarle a desplazarse hasta Oviedo, donde el hermano del
carnicero de Uruguay tenía un bar. Y así
lo hizo, al día siguiente de llegar a España estaba en Oviedo, en el bar del
hermano del carnicero y ese mismo día conoció a un comercial que visitaba
regularmente el bar y que vendía máquinas registradoras de la marca SWEDA, toda
una referencia tecnológica de la época. Y Jorge empezó a desplegar “su encanto“,
una breve conversación con el comercial haciendo valer sus conocimientos
técnicos y comerciales de este tipo de “cacharros”, hicieron que, después de un
par de horas, el comercial regresara al bar para, una vez hablado con su jefe,
ofrecerle a Jorge su primer empleo (¡a los dos días de llegar a España!). SWEDA
necesitaba un comercial/técnico para cubrir ciertas zonas de Asturias, pero se
trataba de zonas alejadas del centro, lo que le obligaba a desplazarse en
coche. Jorge no tenía carnet de conducir,
pero ello tampoco le supuso un gran problema.
Al día siguiente (era jueves) se presentó en una academia para aprender
a conducir y le contó su historia al dueño.
Aquí entra en juego otra persona que confió en Jorge y lo ayudó
mucho. Dada la urgencia, el dueño se
comprometió a enseñar a conducir a Jorge durante todo el fin de semana, pero él
tenía que poner de su parte esudiándose el libro para la parte teórica. Al
siguiente miércoles, en menos de una semana, Jorge se presentó al exámen
teórico y práctico. El teórico lo pasó sin problemas (por encima de otros seis
aspirantes que ya se habían presentado más de una vez) y el práctico tuvo la
suerte de que el examinador tenía un buen día y ni siquiera tuvo que hacer el
recorrido completo, y de hecho ni tuvo que aparcar. Era uno de esos días en los que todo le vino
rodado. Y así obtuvo el carnet, bueno,
realmente aprobó, el carnet físico no lo obtendría hasta pasados unos meses (ya
saben, los trámites burocráticos). Pero
Jorge necesita poder conducir cuanto antes.
Así que se plantó en la Delegación de Tráfico de Oviedo para hablar con
el máximo responsable. Recordemos que
era el final de la época franquista. Los
burócratas eran muy respetados, sus despachos eran impresionantes y todo estaba
rodeado de un ambiente muy formal. Jorge
estaba nervioso, pero su determinación era más fuerte que todo lo demás.
Nuevamente, y para su sorpresa, el Delegado de Tráfico, un hombre serio y de
gran influencia, le recibió con los brazos abiertos, le gustó su historia y le
facilitó los trámites para poder conducir “legalmente” sin tener el carnet de
conducir, y además, le tramitó todo lo necesario en la Seguridad Social para
poder tener a punto el contrato de trabajo. El Delegado tiró de teléfono y
llamó a uno de sus contactos en la Seguridad Social de Oviedo (en un edificio
que estaba frente a Tráfico). En una hora, Jorge solo tuvo que salir de un
edificio, recorrer unos pocos cientos de metros y en la puerta del edificio de
la Seguridad Social le esperaba un funcionario con todos los papeles en regla
para poder darse de alta en la Seguridad Social y poder firmar el contrato de
trabajo con SWEDA.
¿Suerte? Igual hubo algo de ello, pero seguro que también
influye ese “halo” que desprende Jorge allá por donde pasa. En poco más de una semana de haber llegado a
España prácticamente con lo puesto, ya tenía un contrato de trabajo, carnet de
conducir, coche que le ponía la empresa y una cartera de clientes a los que
tratar de venderle una “caja registradora“.
Y vaya que si vendió. Trabajó más
de dos años para esta empresa con unas ventas muy por encima de lo que todos
esperaban, y encima, al cumplirse los dos años, por contrato el coche pasaba a
ser suyo.
Después vino Olivetti.
Fue otro tren que no dejó pasar. Tras una formación intensiva de quince
días en Barcelona con todo pagado, mientras sus compañeros se dedicaban a
malgastar el tiempo que no estaban de formación, Jorge se concentraba en sus
estudios para ser el mejor. Y lo consiguió. Fue el mejor de su promoción y
volvió a Asturias a “vender lo que hiciera falta“. Ahora ya se pasó al mundo de las
fotocopiadoras, y nuevamente hizo carrera. En Olivetti coincidió con el abuelo
de Letizia Ortiz, la Princesa de Asturias. Él era un comercial veterano y Jorge
solo acababa de empezar en la empresa, pero se forjó cierta amistad que le
llevó a intimar con él y a conocer a su familia. Jorge me comenta entre bromas que tiene el
orgullo de haber besado a la princesa Letizia, eso sí, se trataba de un beso
inocente a la que entonces era una niña asturiana de buena familia (quién le
diría a él que ahora es la futura Reina de España).
En Olivetti ganó muchos viajes de incentivos por sus ventas,
pudo recorrer mundo gracias a los frutos de su trabajo incansable. Y entones se cruzó en su camino otro grande
de la tecnología, NCR. Vio un anuncio en el periódico en el que se buscaba “al
mejor vendedor de informática de España“, tal cual. Nuevamente se subió a ese
tren. Hizo la entrevista en Madrid, con todos los gastos pagados. Los otros aspirantes, todos muy bien
arreglados y con buen porte, con muchos estudios, le hicieron pensar a Jorge
que no tenía ninguna posibilidad. Creía que no tenía nada que hacer con
semejante puñado de talento. Pero fíjate
por donde, Jorge llegó a la final con otro aspirante. Y la balanza volvió a
caer de su lado. Es evidente que “algo” tiene que lo hace especial.
Pero su puesto en NCR vendría con una “sorpresa”. Lo necesitaban en Canarias, para expandir el
negocio. Lejos de ser un problema, y
dado que NCR corría con todos los gastos, Jorge y su familia (ya le había dado
tiempo de casarse y tener hijos) se trasladaron a vivir a Las Palmas de Gran
Canaria. Aquí comienza su relación con Gran Canaria.
Su puesto en NCR no duró demasiado. Volvió a Olivetti,
tambien en Gran Canaria, pero tampoco duró mucho y se volvió a ir al poco
tiempo de forma pactada. Y entonces es cuando, en el año 1984 un headhunter de
IECISA se cruzó por su camino, y tampoco lo dejaron escapar. En IECISA fue donde se labró un nombre con
letras de oro en el mundo comercial en Gran Canaria. Batió todos los records de
ventas a nivel nacional. Fue el tercero en volumen de facturación en toda
España dentro de la compañía. Sus ventas en Canarias suponían el 85% de todas
la ventas de IECISA. Y a pesar de no ser el primero en facturación, sólo su
volumen de beneficios (no es lo mismo venta que beneficios) era mayor que la
suma de los beneficios obtenidos por los otros cuatro de mayor facturación
juntos (el 1º, 2º, 4º y 5º). De hecho,
Jorge daba más beneficios a IECISA que todos los comerciales de Cataluña
juntos. ¿Son o no son datos espectaculares?
Después de casi 20 años de profesión, y a pesar de sus
números, llegó un día en el que Jorge resultó “molesto” para una empresa que,
siendo una de las mayores consultoras de IT a nivel nacional e internacional y
con gran reputación, tiene una estructura y unas formas de trabajo que
recuerdan más a otros tiempos, estando muy lejos de ser una empresa “abierta” y
con “aire fresco“. Así que, en el año
2004, Jorge decidió bajarse de ese tren que ya no era el AVE de la tecnología,
sino que se había convertido para él en “el tren del infierno“. Con un acuerdo entre ambas partes, no exento
de polémica, Jorge pudo llegar a una nueva estación. Allí lo estaría esperando Pedro Suárez,
Consejero Delegado de DESIC S.L. (Desarrollos y Sistemas Informáticos Canarios
S.L.) para ofrecerle un puesto a su medida, primero como Adjunto a la Dirección
de DESIC y dos años más tarde como Director Comercial de CITEC S.L.
Pero ya no era lo mismo, desde 2004 hasta ahora mucho ha
cambiado el tema comercial de la tecnología. No es lo mismo partir de una
empresa grande que llegar a una no tan grande y donde las cosas se hacen de
otra forma. Vender en estos últimos años se estaba convirtiendo en una lotería,
y aquí sí que había que tener suerte.
A pocos días de su merecido retiro, Jorge espera poder dejar
de lado este mundillo que lo ha mantenido activo durante más de 40 años. Su
visión de la tecnología ha cambiado mucho en ese tiempo, empezar por máquinas
registradoras y acabar vendiendo blades o software de virtualización es como
haber vivido desde el pleistoceno hasta la revolución industrial en un par de
decenas de años. El mundo de la
informática se mueve muy rápido y Jorge ya no tiene tantas ganas de seguir su
ritmo. Ahora mismo él prefiere disfrutar
de su familia, de su afición por la ciencia ficción, de su “caro” hobby por las
cámaras de fotos Leica (tiene más de cuarenta en su casa) en el que no deja pasar
ninguna oportunidad en ebay para hacerse con otro modelo para su
colección. Es un fiel seguidor de mi
blog y a él le debía esta entrada, aunque si fuese por detalles, tendría para
escribir al menos diez entradas más.
Igual Jorge hace que me ahorre el trabajo de escribirlas y termina el libro
que un día empezó pero que no se decide a publicar: “La trastienda del
éxito“. Si se vende tan bien como lo ha
sabido hacer él ya tiene un futuro asegurado, y el de varias generaciones.
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