“¿… Redes telúricas y una energía extraña en el salón de mi casa? Yo era tan escéptica como la que más, y no me creía lo del Feng Shui ni nada parecido. ¿Qué es eso de que las casas tienen energía propia? Pues sí; tienen la que sale de los enchufes, pero hasta ahí.
El caso es que vivo con Juan, mi novio, en un apartamento alquilado en el centro. Los dos trabajamos en la misma empresa, allí nos conocimos y empezamos a salir, hasta que hace un año decidimos probar a vivir juntos.
Al principio todo iba fenomenal y era color de rosa. Pero al poco de mudarnos la cosa empezó a torcerse. Primero fue una pérdida de sintonía, pequeños roces por cosas insignificantes, lo típico de empezar a convivir. Dónde has puesto algo que no encuentro o te estás cogiendo todo el sofá… Pero la cosa fue a más. Nos seguimos distanciando día a día, hasta el punto de que era llegar a casa y empezar a discutir.
Cualquier cosa nos separaba y era motivo de enfrentamiento.
La verdad es que me daba mucha pena. Yo quería mucho a Juan y nos llevábamos fenomenal. Jamás habíamos discutido y sin embargo ya no nos aguantábamos. Y curiosamente sólo sucedía en casa, en el trabajo la relación era fluida y no había ningún problema.
Llegué a la conclusión de que iba a ser debido a la convivencia, que era algo normal que le pasa a todas las parejas al principio.
Entonces leí que lo que estaba dañando mi relación con Juan podía no ser culpa nuestra, sino de la casa.
Yo, una escéptica convencida, ¿echándole la culpa a una corriente energética que fluye por las casas?
Claro que no. Pero al llegar esa tarde al apartamento pensé que no tenía nada que perder. Según había leído, la disposición de los muebles, la colocación y el sentido de los elementos pueden llegar a alterar esa corriente natural. Nuestro cuerpo percibe esa perturbación energética que crean las cosas “fuera de sitio” y reacciona con molestia, ira o tristeza.
Así que me puse a revisar la colocación de los muebles, y caí en que el sofá del salón estaba de espaldas a la ventana, algo que no era conveniente. Ni corta ni perezosa lo giré y…
¡No quiero sugestionables y les animo a que lo prueben personalmente en sus casas!”
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