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miércoles, septiembre 16, 2009

La caja


Compartí muchos años el entorno laboral con Miguel, era un hombre del que aprendí mucho y creo sinceramente que soy un poco mejor, desde que tuve el placer de ser su compañero.
Cuando le llego la hora de la jubilación, lo acompañe a recoger sus cosas personales, y la emoción se podía cortar, debido a la densidad con la que estaba presente. Me escondía la mirada, yo la sabia llena de recuerdos, no quise hablar para no romper el hechizo, hasta que bajo la “caja” con toda la delicadeza del mundo, no era un hombre apegado a las cosas, por lo que siempre me sorprendió la misma en el estante más alto del mueble detrás de su mesa de trabajo, llegado a este punto y al ver como la envolvía en su viejo papel de regalo, no pude evitar preguntarle. “que tiene dentro”, a lo que con un ágil gesto, abrió el papel y la destapo para mostrarme su falta de contenido, pero las lagrimas rebosaron con generosidad sus ojos.
Cuando mi hija – comenzó a contarme, cuando parecía que se reponía- tenia 5 años, me la regalo, envuelta en el mismo papel de regalo que ves, reutilizado sabiamente por ella, así como la ves, al abrirla me broto el comentario de que a uno cuando le regalan algo, espera encontrarlo dentro de la caja. ¿Y no los ves? La llene de besos para ti, para que los tuvieras cuando no pueda dártelos.
La guarde como detalle hermoso de la niñez de mi hija, pero cuando el accidente que me privo de su presencia y la de su madre de un plumazo, por alguien que superaba la tasa de alcohol en sangre, las atropello y me las arrebato de mi vida para siempre.
Me canse de llorar y un día, sumergido en la depresión más atroz, la abrí y te aseguro que la vi. salir y darme un beso en la mejilla, iluminándome el día.
Desde ese momento, cuando estoy pasando un mal rato, la abro y vuelvo a ser feliz.

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