No puedo evitar que de mis ojos rebosen las lágrimas cuando me despierto y lo veo correr hacia mí con sus negras orejas revoleteando al viento.
¡Fue un perro extraordinario!
Hacía valer en toda su inmensidad sus privilegios de niño mimado y caprichoso, no lo queríamos por lo que era sino por lo que nos hacía sentir a su lado, como decía Gabriel García Marqués. No lloramos por él, el llanto es por nosotros que ya no podemos disfrutar de su entrañable compañía.
Estaba siempre a nuestro alrededor, no era preciso llevarlo atado, ya que nunca se alejaba más de cinco metros de nosotros, éramos todo su mundo, lo traje a casa aún con sus ojos cerrados al exterior y cabía en el hueco de la mano, nos debió adoptar como sus padres, ya que fue lo primero que vio y nosotros lo aceptamos como uno más de la familia con todos sus derechos, lo de las obligaciones mejor no tocarlo.
¡Era Joshua! Como repite Mary. Se zambullía en cuanto sentía chocar el ancla con el agua y se ponía a nadar en círculos por largo tiempo, hasta que ladraba para que lo subiéramos al barco, pero no tenia pereza para volver a tirarse si lo hacía algún chiquillo o sentía algún chapuzón y a continuación la misma rutina.
Lo enterramos bajo un hermoso y frondoso castaño en una ladera desde la que se divisa el mar, ese que quiso tanto,
Lo echamos mucho de menos.
¡Fue un perro extraordinario!
Hacía valer en toda su inmensidad sus privilegios de niño mimado y caprichoso, no lo queríamos por lo que era sino por lo que nos hacía sentir a su lado, como decía Gabriel García Marqués. No lloramos por él, el llanto es por nosotros que ya no podemos disfrutar de su entrañable compañía.
Estaba siempre a nuestro alrededor, no era preciso llevarlo atado, ya que nunca se alejaba más de cinco metros de nosotros, éramos todo su mundo, lo traje a casa aún con sus ojos cerrados al exterior y cabía en el hueco de la mano, nos debió adoptar como sus padres, ya que fue lo primero que vio y nosotros lo aceptamos como uno más de la familia con todos sus derechos, lo de las obligaciones mejor no tocarlo.
¡Era Joshua! Como repite Mary. Se zambullía en cuanto sentía chocar el ancla con el agua y se ponía a nadar en círculos por largo tiempo, hasta que ladraba para que lo subiéramos al barco, pero no tenia pereza para volver a tirarse si lo hacía algún chiquillo o sentía algún chapuzón y a continuación la misma rutina.
Lo enterramos bajo un hermoso y frondoso castaño en una ladera desde la que se divisa el mar, ese que quiso tanto,
Lo echamos mucho de menos.
Lo duro es comprobar una vez más y no aprendemos que no hay marcha atrás posible.
¡ Cuídate Campeón !, esta vez te fallé, no estoy allí para protegerte, ni para subirte al pantalán desde el agua cuando estabas cansado, ni te cocinaré el pollo, ni siquiera te puedo dar las gambas que te gustaban tanto. Te aseguro que si existe esa otra vida que dicen, te buscaré cuando llegue para que podamos pasear juntos nuevamente como tantas veces lo hicimos en esta vida en la que me has dejado huérfano de tu cariño.
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